Manía por el orden
Revisado por: Miriam Alberganti
Cuando la obsesión por el orden adquiere dimensiones patológicas altera la vida cotidiana del afectado y de su entorno familiar y genera actitudes improductivas
La manía por el orden y el afán de perfección y pulcritud que sienten algunas personas puede ser un rasgo muy ventajoso en algunas situaciones, pero también puede ser indicativo de una patología y revelar la existencia de un trastorno de la personalidad que requiere atención médica. Aproximadamente una de cada cincuenta personas en España padece un tipo de Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), entre los que se encuentra la manía patológica por el orden. Los expertos aseguran que en la población general es el cuarto trastorno mental más frecuente, sólo superado por las fobias, el abuso de alcohol y la depresión.
Causas y tratamiento
La manía por el orden que sufren algunas personas puede parecer una afección pintoresca y hasta cómica para quienes no la sufren o no han tenido que convivir con alguien que la padezca. Pero cuando ésta alcanza niveles patológicos puede transformar la existencia en un verdadero infierno. Una cosa es ser extremadamente pulcro, preciso, metódico y ordenado. Y otra muy distinta es convertirse en esclavo de rituales y conductas que, además de causar ansiedad y sufrimiento a quien las practica, llevan a ejecutar compulsivamente cierto tipo de acciones siempre en el mismo orden, y según un patrón de comportamiento obsesivo que las demás personas tomarán por excéntrico y absurdo.
El primer tipo de comportamiento evidencia a la persona que comúnmente responde al calificativo de maniática por el orden. Este comportamiento puede deberse «a un rasgo de la personalidad sin más, en individuos perfeccionistas, autoexigentes y meticulosos», explica Eduardo García-Camba, responsable del Servicio de Psiquiatría del Hospital de la Princesa, en Madrid, y Presidente de la Asociación Española de Medicina Psicosomática. Cuando ese rasgo de la personalidad adquiere una dimensión patológica puede convertirse en lo que se denomina Trastorno Obsesivo de la Personalidad y, en los casos más graves, Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), añade García-Camba.
Aunque no está claro el origen de este trastorno, generalmente se considera que existen causas tanto biológicas como psicológicas, por lo que el tratamiento suele ser mixto, de tipo psicofarmacológico y psicoterapéutico.
Generalmente este trastorno se inicia en la adolescencia o a comienzos de la edad adulta, pero sobre todo en los varones puede aparecer en la infancia. Según García-Camba, un entorno familiar o social muy rígido y exigente puede favorecer la aparición de estos rasgos de personalidad. Ante la detección de síntomas afines en los menores, debe buscarse cuanto antes atención especializada. A veces la familia, con la intención de ayudar, colabora con las conductas de orden e inicialmente disminuye así la ansiedad del paciente, pero a mediano plazo le perjudica.
Los fármacos empleados son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina que disminuyen los pensamientos obsesivos y la ansiedad asociada
En niños en edad preescolar son frecuentes y normales los rituales, las supersticiones, las costumbres rutinarias y la tendencia al orden. Estas conductas desaparecen espontáneamente en la etapa escolar, no producen en el niño angustia y no interfieren con el juego o el aprendizaje. Se ha teorizado que quienes sufren trastornos obsesivo- compulsivos generalmente tienen una inteligencia por encima de la media, ya que la naturaleza de este desorden está asociada a complejos patrones de pensamiento, pero esto nunca ha sido sustentado por datos clínicos. «No es fácil saber si el determinante mayor es la genética o lo aprendido. En muchos casos este trastorno lo sufren niños a los que se ha insistido mucho sobre la importancia de la organización y del orden», comenta Javier Barbero, psicólogo adjunto del Servicio de Hematología del Hospital Universitario La Paz.
Los fármacos empleados en el tratamiento psicofarmacológico son los llamados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, que aumentan esta sustancia a nivel cerebral y disminuyen considerablemente los pensamientos obsesivos y la ansiedad asociada a los mismos. En todo caso, el tratamiento especializado es totalmente obligatorio, ya que son trastornos resistentes y de difícil manejo. Los libros de autoayuda pueden ser una herramienta complementaria, que proporcionan información para los pacientes en un lenguaje asequible y consejos sobre como identificar y abordar su trastorno, además de sugerencias dirigidas a cambios de actitud o conductas, pero nunca deben suplantar la figura del especialista.
Una perfección inalcanzable
Cuando se trata de una simple manía por el orden, este rasgo particular de la personalidad puede llegar a ser ventajoso cuando el afán por el método, la perfección, la pulcritud, la proporción y la simetría se aplica a campos como la ciencia y la matemática, o a cualquier otra actividad que requiera un alto grado de rigurosidad, precisión y exactitud. Sin embargo, cuando estos rasgos son patológicos se convierten en un claro inconveniente, ya que en exceso entorpecen el rendimiento normal. «El paciente quiere un grado de perfección tal que nunca completa la tarea a realizar», advierte María Luisa Catalina Zamora, médica adjunta del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Móstoles.
Este segundo tipo de comportamiento revela la existencia de un trastorno de la personalidad que requiere de atención médica especializada, a pesar de que en la actualidad el sistema de salud pública en España aún no cubre el tratamiento profesional que necesitan estos pacientes, como sí lo hace con los que sufren otros desórdenes tales como la anorexia y la bulimia (a pesar de que la Organización Mundial de la Salud también clasifica a los primeros como enfermedades). En casos extremos, el cumplimiento de rígidas y excéntricas rutinas puede hacer perder tanto tiempo a estas personas y afecta de tal manera a quienes les rodean que se convierten en seres «totalmente improductivos y socialmente disfuncionales».
Los especialistas deben saber diferenciar entre las personas que son 'simplemente ordenadas' de las que sufren la compulsión obsesiva por el orden
El paciente con un TOC se diferencia mucho del sujeto normal muy amante del orden por el gran malestar y sufrimiento con que el primero vive su obsesión, la pérdida de tiempo que le producen sus síntomas y la interferencia con sus actividades, que llegan a ser totalmente improductivas en los casos graves. García-Camba afirma que estas circunstancias les convierten en individuos «poco rentables».
Cuando se habla de obsesión por el orden los especialistas se refieren a los pacientes que pueden sentir una angustiosa necesidad de ordenar los objetos de su lugar de trabajo, de su vivienda de acuerdo con una rígida disposición milimétrica, por colores y tamaño, o según un patrón totalmente arbitrario. Y el simple hecho de que les cambien de sitio una lámpara, una silla, o cualquier otro objeto, puede provocar que se angustien en extremo; incluso pueden adquirir el hábito de vestirse o asearse siempre en un determinado orden, volviendo a empezar desde el principio si se salta algún paso. Estas conductas se denominan compulsiones. Generalmente, están precedidas por pensamientos obsesivos de tipo mágico. Por ejemplo, «si no me visto en este orden ocurrirá una desgracia». Estos pensamientos generan una gran ansiedad, que se reduce con la conducta compulsiva de orden.
Entorno familiar
Quienes padecen este particular desorden compulsivo, que obliga a disponer los objetos por pares, tamaños y colores para poder sentirse a gusto en un entorno privado, confiesan vivir una faceta muy desagradable y que afecta a la convivencia del resto de la familia. Este es un aspecto que resaltan muchos especialistas. Un paciente obsesivo puede contaminar excesivamente su ambiente por la necesidad de aplicar a su entorno sus propias exigencias compulsivas con la consiguiente afectación de las personas que le rodean, las cuales se convierten en víctimas de una situación en la que todo necesita hacerse de acuerdo con las normas del paciente.
«Estos comportamientos pueden asociarse con obsesiones que son ideas o pensamientos no deseados, de carácter persistente, de los que el individuo es incapaz de liberarse y que le producen gran malestar y sufrimiento. También pueden aparecer compulsiones en forma de comportamientos que el paciente reconoce que no tienen sentido, pero que se siente obligado a repetir, ya que si se resiste a ello aumenta de manera importante su ansiedad. Estos comportamientos compulsivos giran en torno al orden, la limpieza, lavarse repetidamente las manos, confirmar repetidas veces que se ha cerrado la puerta con llave o incluso «contar 20 veces una misma cosa», especifica García- Camba.
El desorden obsesivo-compulsivo es el cuarto trastorno mental más frecuente, sólo superado por las fobias, el abuso de alcohol y la depresión
Tal como sucede en el resto del mundo, aproximadamente una de cada 50 personas en España es afectada por un tipo de Trastorno Obsesivo Compulsivo, entre las que se clasifica la manía patológica por el orden. El trastorno obsesivo compulsivo es mucho más frecuente de lo que se creía en la década de los 50. Los estudios actuales observan que el 2,5% de la población general lo sufrirá en algún momento de su vida. Es el cuarto trastorno mental más frecuente, sólo superado por las fobias, el abuso de alcohol y la depresión. Sin embargo «muchos pacientes jamás consultan al psiquiatra y otros tardan años en hacerlo», indica Catalina Zamora.
Los pacientes con este tipo de trastorno no suelen ser violentos, aunque el mal humor pueda ser frecuente en ellos. Existen investigaciones realizadas por médicos norteamericanos que revelan un vínculo entre la drogadicción y el Trastorno Obsesivo Compulsivo. No hay datos sobre qué porcentaje de personas afectadas consulta con el médico. «Indudablemente, en la medida en que se van superando los prejuicios sociales frente a los trastornos mentales, los individuos consultan con mayor frecuencia y las estadísticas se van acercando más a las cifras reales de afectados entre la población general», señala García-Camba, responsable del Servicio de Psiquiatría del Hospital de la Princesa.
Tatiana Scarraga.
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jueves, 6 de agosto de 2009
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